GENES Y AUTISMO: AVANCES EN EL DIAGNÓSTICO GENÉTICO DEL ESPECTRO AUTISTA
El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo caracterizada por dificultades en la comunicación social y la presencia de patrones de comportamiento restringidos o repetitivos. Su prevalencia ha aumentado en las últimas décadas, situándose en torno a 1 de cada 100 niños a nivel mundial, aunque la cifra varía según los criterios diagnósticos y la región.
Durante años, el origen del autismo se interpretó únicamente desde una perspectiva ambiental o conductual. Sin embargo, hoy sabemos que la genética juega un papel determinante. Los estudios más recientes señalan que hasta un 80% del riesgo de desarrollar autismo tiene una base genética, lo que convierte al diagnóstico molecular en una herramienta fundamental tanto para comprender el trastorno como para orientar a las familias.
En este artículo revisamos qué se sabe actualmente sobre la relación entre genes y autismo, cuáles son los avances en el diagnóstico genético del TEA y cómo esta información está transformando la práctica clínica.
El espectro autista: un abanico de manifestaciones clínicas
El término “espectro” refleja la enorme heterogeneidad del autismo. Algunas personas con TEA presentan dificultades significativas en la comunicación verbal y necesitan apoyo intensivo, mientras que otras tienen un lenguaje fluido y un alto grado de autonomía, aunque mantienen rasgos sociales y conductuales característicos.
Entre las manifestaciones clínicas más comunes se incluyen:
-Dificultades en la comunicación social recíproca.
-Conductas repetitivas o intereses restringidos.
-Hipersensibilidad o hiposensibilidad a estímulos sensoriales.
-Alteraciones en la regulación emocional.
Esta variabilidad clínica se refleja también en la diversidad genética: no existe un único “gen del autismo”, sino cientos de genes implicados en procesos del desarrollo cerebral.
La base genética del autismo
Los estudios familiares y de gemelos fueron los primeros en demostrar que el autismo tiene un componente hereditario muy fuerte. Cuando un gemelo idéntico presenta TEA, la probabilidad de que el otro también lo tenga es superior al 70%, mientras que en gemelos no idénticos esta cifra desciende de forma notable.
La investigación genética ha revelado distintos tipos de alteraciones implicadas:
Mutaciones de novo
Son cambios genéticos que aparecen por primera vez en el niño, sin estar presentes en los padres. Estas mutaciones, muchas veces en genes relacionados con el desarrollo neuronal y la sinapsis, explican un porcentaje significativo de casos de TEA, especialmente en familias sin antecedentes previos.
Variaciones en el número de copias (CNVs)
Consisten en deleciones o duplicaciones de fragmentos de ADN. Algunas CNVs recurrentes, como las localizadas en los cromosomas 16p11.2 o 22q11.2, se han asociado de manera consistente con el autismo y otros trastornos del neurodesarrollo.
Genes implicados en la sinapsis
Numerosos genes asociados al TEA participan en la formación y funcionamiento de las sinapsis neuronales. Entre ellos destacan SHANK3, NRXN1 o NLGN3/NLGN4, que codifican proteínas sinápticas esenciales para la comunicación entre neuronas.
Herencia poligénica
En muchos casos, el autismo no se debe a una mutación puntual sino a la suma de múltiples variantes genéticas comunes, cada una con un pequeño efecto. Esta visión poligénica explica la gran heterogeneidad del espectro y su solapamiento con otros trastornos como el TDAH, la epilepsia o la discapacidad intelectual.
Avances en el diagnóstico genético del autismo
El diagnóstico clínico del TEA sigue basándose en la observación del comportamiento y en entrevistas estandarizadas. Sin embargo, la genética aporta información complementaria muy valiosa que puede ayudar a identificar la causa en un número creciente de casos.
Cariotipo y microarrays cromosómicos
Tradicionalmente, el cariotipo fue la primera herramienta genética utilizada para detectar alteraciones cromosómicas grandes. Actualmente se emplean técnicas más sensibles como el microarray de hibridación genómica comparada (aCGH), que permite identificar CNVs con mayor precisión. Se estima que entre un 10% y un 20% de los niños con TEA tienen una CNV detectable mediante microarray.
Secuenciación del exoma completo (WES)
La WES analiza la parte del genoma que codifica proteínas (exones), donde se concentra la mayoría de mutaciones patogénicas. Gracias a esta técnica se han identificado decenas de genes asociados al TEA y se logra un diagnóstico genético en alrededor del 20-30% de los pacientes, especialmente cuando el TEA se acompaña de otras manifestaciones neurológicas o dismorfias.
Secuenciación del genoma completo (WGS)
Aún menos extendida en la práctica clínica, la WGS permite detectar alteraciones en regiones no codificantes y en variantes estructurales complejas. Aunque su uso está en expansión, se reserva principalmente para investigación o casos no resueltos con WES.
Paneles de genes dirigidos
En algunos contextos se utilizan paneles específicos que incluyen genes conocidos asociados al TEA y otros trastornos del neurodesarrollo. Son más económicos que la WES y proporcionan información directa, aunque con menor alcance.
Utilidad clínica del diagnóstico genético en el TEA
Identificar una alteración genética en un niño con TEA no solo ofrece una explicación a la familia, sino que tiene implicaciones prácticas:
-Orientación pronóstica: algunas mutaciones se asocian a un riesgo mayor de epilepsia, retraso motor o dificultades cognitivas, lo que permite anticipar necesidades de apoyo.
-Acceso a ensayos clínicos: ciertos tratamientos en investigación se dirigen a mutaciones concretas, lo que abre la puerta a terapias más personalizadas.
-Reducción de la incertidumbre: para muchas familias, recibir un diagnóstico genético supone un alivio tras años de búsqueda de respuestas.
Genes destacados en el autismo: ejemplos relevantes
-SHANK3: mutaciones en este gen están asociadas al síndrome de Phelan-McDermid, que combina autismo con discapacidad intelectual y retraso en el habla.
-CHD8: uno de los genes de riesgo más sólidos, implicado en la regulación de la transcripción y asociado a macrocefalia en algunos pacientes.
-SCN2A: relacionado con epilepsia y TEA, demuestra el solapamiento entre diferentes trastornos neurológicos.
-MECP2: alteraciones en este gen, clásicamente asociado al síndrome de Rett, también pueden manifestarse como autismo.
Cada nuevo gen identificado refuerza la idea de que el autismo es una condición biológicamente diversa, con múltiples caminos genéticos que conducen a manifestaciones clínicas similares.
Limitaciones actuales y retos de futuro
A pesar de los avances, aún queda mucho por descubrir. En más de la mitad de los casos, las pruebas genéticas disponibles no identifican una causa concreta. Esto se debe a la enorme complejidad genética del TEA y a la interacción con factores ambientales como la edad parental, las complicaciones durante el embarazo o la exposición a tóxicos.
Otro reto importante es la interpretación de variantes de significado incierto (VUS). Estas son alteraciones genéticas encontradas en un paciente, pero cuya relevancia clínica no está clara. Con el tiempo, y gracias a bases de datos internacionales y proyectos de investigación, se espera que muchas de estas variantes se clasifiquen como patogénicas o benignas.
El futuro del diagnóstico genético en el autismo
El camino apunta hacia un diagnóstico cada vez más preciso y accesible. La integración de secuenciación masiva, epigenética y estudios multi-ómicos permitirá comprender mejor la biología del TEA. Además, la inteligencia artificial contribuirá a correlacionar variantes genéticas con fenotipos clínicos de manera más eficiente.
A largo plazo, el objetivo es que el diagnóstico genético no solo proporcione información explicativa, sino que guíe tratamientos específicos dirigidos a vías moleculares concretas. Aunque todavía estamos lejos de una “terapia genética para el autismo”, el futuro es prometedor.
Conclusión
El estudio de los genes ha transformado nuestra comprensión del autismo. Hoy sabemos que el TEA tiene una fuerte base genética y que las pruebas moleculares permiten identificar la causa en un número creciente de pacientes. Aunque aún queda mucho por avanzar, el diagnóstico genético ofrece esperanza, guía y apoyo a las familias, además de abrir la puerta a un futuro en el que los tratamientos puedan ser cada vez más personalizados.
Laboratorio Lorgen Genética y Proteómica.
Preguntas frecuentes sobre genética y autismo
¿Existe un “gen del autismo”?
No. El autismo es una condición muy heterogénea y está asociado a cientos de genes distintos. En algunos casos se identifica una mutación concreta, pero en la mayoría es el resultado de múltiples variantes genéticas.
¿Qué porcentaje de casos de TEA tienen causa genética identificable?
Con las técnicas actuales, entre un 30% y un 40% de los niños con autismo pueden recibir un diagnóstico genético concreto. En el resto, se sospecha una base genética poligénica aún no completamente comprendida.
¿Las pruebas genéticas sirven para confirmar el diagnóstico de autismo?
No. El diagnóstico de TEA sigue siendo clínico, basado en la conducta y la evaluación del desarrollo. Las pruebas genéticas ayudan a identificar la causa en algunos casos y a orientar el manejo.
¿Se recomienda realizar pruebas genéticas a todos los niños con autismo?
La mayoría de guías clínicas aconsejan realizar, como mínimo, un microarray cromosómico. En casos con TEA acompañado de discapacidad intelectual, epilepsia o anomalías físicas, se recomienda ampliar a WES o paneles de genes.
¿Si un niño tiene autismo, sus hermanos también lo tendrán?
El riesgo de recurrencia varía según la causa genética. En casos de mutaciones de novo el riesgo es bajo, mientras que en variantes heredadas puede ser más elevado. Por eso la consejería genética es fundamental.
¿El diagnóstico genético cambia el tratamiento del autismo?
Actualmente no existen terapias específicas para cada mutación, pero sí puede orientar el seguimiento, anticipar complicaciones asociadas y abrir la puerta a ensayos clínicos dirigidos.