GENES Y MEMORIA: POR QUÉ ALGUNAS PERSONAS RECUERDAN MEJOR QUE OTRAS
La memoria es una de las funciones más fascinantes del cerebro humano. Gracias a ella aprendemos, nos adaptamos y construimos nuestra identidad. Sin embargo, no todas las personas recuerdan igual. Mientras algunas tienen una memoria prodigiosa capaz de retener datos o imágenes con facilidad, otras olvidan con rapidez o necesitan más repeticiones para aprender algo nuevo.
¿Por qué ocurre esto? La respuesta no está solo en los hábitos o en la educación: los genes también influyen de forma decisiva en la capacidad de memoria y aprendizaje.
Estudios recientes en neurogenética han demostrado que existen variantes genéticas que afectan al funcionamiento de las neuronas, la plasticidad sináptica y la producción de neurotransmisores, tres pilares esenciales para la memoria. Además, factores epigenéticos —como el sueño, la alimentación o el estrés— pueden modular la expresión de estos genes.
Cómo funciona la memoria
La memoria no es un proceso único, sino un conjunto de sistemas interconectados que trabajan de forma coordinada. Se suele dividir en tres tipos principales:
-Memoria sensorial: retiene la información percibida durante unos segundos.
-Memoria a corto plazo o de trabajo: permite mantener activa la información durante segundos o minutos para realizar tareas inmediatas (como recordar un número de teléfono antes de anotarlo).
-Memoria a largo plazo: almacena información durante días, años o toda la vida.
A nivel biológico, la memoria se basa en la plasticidad sináptica, es decir, la capacidad de las conexiones entre neuronas (sinapsis) para fortalecerse o debilitarse según la experiencia. Este fenómeno se conoce como potenciación a largo plazo (LTP) y depende de la liberación y captación de neurotransmisores, así como de la activación de genes específicos dentro de las neuronas.
La genética detrás de la memoria
Durante las últimas dos décadas, la neurogenética ha identificado numerosos genes que influyen en la formación, consolidación y recuperación de la memoria.
Algunos de ellos controlan la liberación de neurotransmisores, otros regulan la plasticidad neuronal y algunos afectan directamente al crecimiento y mantenimiento de las sinapsis.
Genes más estudiados
1-BDNF (Brain-Derived Neurotrophic Factor)
El gen BDNF es uno de los más relevantes para la memoria y el aprendizaje. Codifica una proteína esencial para la supervivencia neuronal y la formación de nuevas conexiones sinápticas.
Una variante común de este gen (Val66Met) influye en la capacidad del cerebro para liberar BDNF. Las personas portadoras del alelo Met tienden a presentar una menor plasticidad sináptica y un rendimiento ligeramente inferior en tareas de memoria y aprendizaje, especialmente en la memoria episódica.
El BDNF se activa, entre otros estímulos, con el ejercicio físico, lo que demuestra cómo los hábitos pueden modular la expresión genética.
2-COMT (Catecol-O-metiltransferasa)
El gen COMT participa en la degradación de la dopamina, un neurotransmisor clave en la corteza prefrontal, región del cerebro responsable de la memoria de trabajo y las funciones ejecutivas.
Existen dos variantes principales de COMT: Val y Met.
-Las personas con la variante Met degradan la dopamina más lentamente, lo que se traduce en mayor disponibilidad dopaminérgica y, en algunos casos, mejor memoria de trabajo.
-Sin embargo, un exceso de dopamina también puede generar ansiedad o distracción, por lo que el equilibrio es esencial.
Este gen es un ejemplo claro de cómo la genética influye en la memoria y, al mismo tiempo, en rasgos de personalidad.
3-APOE (Apolipoproteína E)
El gen APOE, conocido por su papel en el metabolismo del colesterol y su relación con el Alzheimer, también está implicado en la función cognitiva normal.
Existen tres variantes principales: ε2, ε3 y ε4.
-La variante ε4 se asocia a mayor riesgo de deterioro cognitivo y menor rendimiento de memoria a partir de los 50 años.
-Por el contrario, ε2 parece tener un efecto protector.
Estudios en personas jóvenes con el genotipo ε4 han mostrado diferencias en la actividad del hipocampo —la estructura cerebral clave para la memoria— incluso antes de la aparición de síntomas.
4-DRD2 y DRD4 (Receptores de dopamina)
La dopamina modula la motivación, el aprendizaje y la consolidación de la memoria. Variantes en los genes DRD2 y DRD4 afectan la sensibilidad de los receptores dopaminérgicos, alterando la capacidad del cerebro para procesar recompensas y reforzar aprendizajes.
Las personas con ciertas variantes de DRD4, por ejemplo, pueden mostrar una mayor necesidad de estimulación o novedad, lo que influye indirectamente en la memoria y la atención.
5-GRIN2B (Receptor NMDA)
El gen GRIN2B codifica una subunidad del receptor NMDA, esencial en la potenciación a largo plazo (LTP). Variantes en este gen pueden afectar la consolidación de la memoria y la capacidad de aprendizaje.
Los receptores NMDA son los principales responsables de transformar la experiencia en cambios duraderos en la estructura neuronal, un proceso conocido como “memoria molecular”.
La herencia de la memoria: cuánto aportan los genes
La memoria es un rasgo altamente heredable. Los estudios con gemelos indican que entre el 40% y el 60% de las diferencias en rendimiento de memoria entre individuos pueden explicarse por factores genéticos.
Sin embargo, la memoria no depende de un solo gen. Es un rasgo poligénico, influido por cientos de variantes pequeñas que, en conjunto, modulan la función neuronal.
Además, los genes no actúan de forma determinista: el ambiente, el aprendizaje y el entrenamiento cognitivo pueden modificar la expresión génica y compensar predisposiciones.
Epigenética y memoria: cómo el entorno modifica los genes
La epigenética es la ciencia que estudia los cambios en la expresión de los genes sin alterar la secuencia del ADN. En el caso de la memoria, los mecanismos epigenéticos son fundamentales para transformar una experiencia en un recuerdo estable.
Cuando aprendemos algo nuevo, las neuronas activan genes que promueven el crecimiento de nuevas sinapsis. Estos genes están regulados por procesos como la metilación del ADN o la acetilación de histonas.
El estrés crónico, la falta de sueño o una mala alimentación pueden alterar estos mecanismos, reduciendo la expresión de genes como BDNF y afectando negativamente la memoria. Por el contrario, el ejercicio, el aprendizaje constante y el descanso adecuado pueden mejorarla al activar rutas epigenéticas beneficiosas.

Cómo afectan el alcohol, el tabaco y las drogas a la memoria
El cerebro guarda recuerdos gracias a la plasticidad sináptica, el proceso que permite a las neuronas fortalecer sus conexiones. El alcohol, el tabaco y diferentes drogas interfieren en este equilibrio, dificultando la forma en que aprendemos y recordamos.
El alcohol altera la actividad del hipocampo incluso a niveles moderados, reduciendo la capacidad de consolidar nuevos recuerdos. El consumo prolongado deteriora la potenciación a largo plazo y, en casos severos, puede provocar déficit de tiamina asociado a trastornos como el síndrome de Korsakoff.
El tabaco, a pesar de ciertos efectos puntuales sobre la atención, acelera el declive cognitivo con el tiempo. Reduce el flujo sanguíneo cerebral y afecta la calidad de las conexiones neuronales. En jóvenes, tanto el tabaco como los cigarrillos electrónicos se relacionan con problemas de memoria y concentración.

El cannabis, a través del THC, impacta especialmente en la memoria reciente y verbal. El uso habitual modifica la actividad cerebral en áreas implicadas en la memoria de trabajo. Aunque parte del efecto mejora con la abstinencia, el cerebro adolescente es especialmente vulnerable.
Drogas como metanfetamina, cocaína, MDMA u opioides afectan neurotransmisores esenciales para la atención y el aprendizaje. La metanfetamina perjudica la memoria de trabajo y los circuitos del hipocampo, mientras que el MDMA se asocia a fallos en la memoria declarativa. Los opioides pueden producir deterioro cognitivo dentro de un conjunto más amplio de alteraciones neuronales.
En conjunto, estas sustancias introducen un desequilibrio en los mecanismos que permiten fijar y recuperar recuerdos. La magnitud del impacto depende de la dosis, la duración del consumo y, especialmente, de la edad de inicio. Aun así, el cerebro conserva cierta capacidad de recuperación cuando la intervención llega a tiempo y se adoptan hábitos que favorecen la plasticidad neuronal.
Factores ambientales que modulan la expresión genética de la memoria
Aunque la genética marca la base, el entorno y los hábitos son determinantes en cómo se expresan esos genes:
-Estrés: el exceso de cortisol daña las conexiones del hipocampo y afecta la consolidación de recuerdos.
-Sueño: el descanso profundo favorece la reorganización de la información y la transferencia de recuerdos desde el hipocampo hacia la corteza cerebral.
-Nutrición: los ácidos grasos omega-3, los antioxidantes y los polifenoles estimulan la neurogénesis y la expresión de BDNF.
-Ejercicio físico: mejora la oxigenación cerebral y aumenta la liberación de factores neurotróficos.
-Estimulación cognitiva: el aprendizaje continuo fortalece las redes neuronales y mejora la plasticidad sináptica.

Avances científicos y aplicaciones clínicas
El estudio de los genes relacionados con la memoria no solo busca entender por qué algunas personas recuerdan mejor, sino también cómo prevenir o tratar trastornos de memoria.
La investigación actual se centra en:
-Predicción del riesgo de Alzheimer mediante variantes como APOE ε4.
-Desarrollo de fármacos que potencien la liberación de BDNF o la actividad del receptor NMDA.
-Intervenciones epigenéticas, como dietas o hábitos que modulen la expresión génica.
-Terapias personalizadas para trastornos de memoria o déficit cognitivo.
Conclusión
La memoria es el resultado de una interacción compleja entre genética y ambiente. Los genes determinan la arquitectura y el potencial del cerebro, pero los hábitos, el aprendizaje y las experiencias moldean su funcionamiento día a día.
Gracias a la neurogenética y la epigenética, hoy entendemos mejor cómo los genes influyen en la plasticidad neuronal y cómo factores externos pueden potenciarla o deteriorarla.
En Lorgen, apostamos por acercar la ciencia genética a la salud cognitiva. Comprender el papel del ADN en la memoria no solo permite entender nuestras diferencias individuales, sino también diseñar estrategias personalizadas para mantener el cerebro activo y saludable durante toda la vida.
Laboratorio Lorgen Genética y Proteómica.
Preguntas frecuentes sobre genética y memoria
¿La memoria es hereditaria?
En parte sí. Aproximadamente entre el 40% y el 60% de la capacidad de memoria está influida por la genética, aunque el entrenamiento y los hábitos pueden modificarla.
¿Existe un “gen de la memoria”?
No hay un único gen responsable, sino una red de genes —como BDNF, COMT o GRIN2B— que regulan la plasticidad y la comunicación entre neuronas.
¿Se pueden hacer pruebas genéticas para conocer la predisposición cognitiva?
Algunos paneles genéticos analizan variantes relacionadas con la memoria, el aprendizaje o la función neuronal, aunque su uso clínico aún es limitado.
¿El ejercicio y la alimentación pueden mejorar la memoria aunque haya predisposición genética?
Sí. La epigenética demuestra que los hábitos saludables activan genes beneficiosos para la plasticidad cerebral y la memoria.
¿El estrés puede “borrar” la memoria?
El estrés crónico altera la función del hipocampo y reduce la expresión de genes relacionados con la neurogénesis, afectando la memoria y el aprendizaje.
¿Por qué algunas personas mayores mantienen buena memoria?
Probablemente por una combinación de genética favorable (por ejemplo, variantes protectoras de APOE o FOXO3) y hábitos saludables a lo largo de su vida.


